Los guantes

  • Se tratan de una señal de alerta ante el contrincante.

  • Sirven para proteger el rostro y el cuerpo, frente al ataque del opositor.
  • Te defienden de los golpes de quien te quiere derribar.
  • Son también tu mejor ofensiva para afrontar la pelea.
  • Pero todo boxeador/a sabe que una vez que interviene el árbitro, una vez que es conducido a su esquina, una vez que está frente a su entrenador, debe bajar los guantes, ya no tiene porque llevarlos arriba.
  • Sencillamente porque la confianza de estar, al fin, en un lugar y con gente que le quiere bien, hace innecesario que actúe a la defensiva.
  • Si lleva los guantes arriba, ¿cómo podría ver las señales y oír las instrucciones del árbitro, de tal forma que no cometa una falta que invalide la competencia?
  • Si el púgil sigue con los guantes arriba, ¿cómo podría ver el camino que le conduce a la esquina donde estará seguro?
  • Si lleva los guantes arriba, ¿Cómo podría reconocer a su maestro, que busca tanto como él, que gane la pelea?
  • Si lleva los guantes arriba, ¿cómo podría escuchar las recomendaciones, con las que podría ganar?
  • ¿Cómo podría ver a su fanaticada, que de seguro desean animarle, para que complete el evento de manera exitosa?
  • De la misma manera, quienes han sufrido violencia religiosa deben bajar los guantes si desean sanar.
  • Deben aprender que sí hay lugares seguros, donde refugiarse y en donde se enseña la sana doctrina, la Palabra de Dios.
  • Deben aprender que sí hay personas que desean hacerles bien, que desean exhortarles a obedecer a Dios y a ser responsables con sus iglesias, sin que ello genere desconfianza de su parte.
  • Deben aprender que hay gente honesta, que desean contribuir con su crecimiento y madurez espiritual.
  • Quienes han sufrido abuso religioso deben bajar los guantes si quieren asegurarse un lugar en la historia del pueblo de Dios.
  • Pelear legítimamente no sólo implica levantarse cuando nos han derribado, también significa bajar los guantes y confiar.