Eres llamado a pertenecer, no sólo a crecer.

Dios nos creó para vivir en comunidad por eso no podemos cumplir. En la Biblia no hay ejemplos de santos solitarios o ermitaños espirituales aislados de otros creyentes y privados de comunión. Aunque nuestra relación con Cristo es personal, la intensión de Dios no es privada.

Seguir a Cristo implica participación, no sólo creer. Somos miembros de un cuerpo: La Iglesia. En muchas Iglesias, la membresía suele reducirse a agregar su nombre a un registro, sin más requisitos ni obligaciones. Necesitamos recuperar y poner en práctica el significado bíblico de ser miembro. La Iglesia es un cuerpo, no un edificio, es un organismo, no una organización.

Dios te creo para realizar un papel específico, pero si no te vinculas a una iglesia viva y local, te perderás de tu segundo propósito de tu vida. Descubrirás tu papel en la vida mediante tu relación con los demás. Si cortáramos las partes de un cuerpo, de seguro se secarían y se morirían. Así como ellos necesitan el resto del cuerpo para sobrevivir, nosotros también. Desvinculado y sin la fuente de vida que brinda el cuerpo local, tu vida espiritual se marchitará y dejará de existir.

Por ese motivo, el primer síntoma de enfriamiento espiritual suele ser la asistencia irregular a los cultos de adoración y otros encuentros de creyentes. Cuando descuidamos la comunión, todo lo demás se va a pique.

La Iglesia es parte del plan de Dios para el mundo. La persona que dice, “No necesito a la Iglesia”, es arrogante o ignorante. La Iglesia es tan importante que Jesús murió en la cruz por ella.

Rick Warren, el autor de Una Vida con Propósito dice: No me puedo imaginar diciéndole a Jesús: Te amo pero no me gusta tu esposa (refiriéndose a la Iglesia). Te acepto, pero rechazo tu cuerpo (refiriéndose a la Iglesia). Sin embargo, es lo que hacemos cuando le restamos importancia, menospreciamos o nos quejamos de la Iglesia.

Es triste ver que muchos cristianos usan la Iglesia, pero no la aman. En la actualidad, el individualismo independiente de nuestra cultura ha creado a muchos huérfanos espirituales: creyentes conejos que saltan de una iglesia a otra sin identificarse, sin rendir cuentas ni comprometerse con ninguna. Muchos creen que es posible ser un buen cristiano sin unirse, a veces ni siquiera asistir a una iglesia local, pero Dios no está de acuerdo con eso. Su Palabra ofrece muchas razones de peso para justificar la necesidad de estar comprometidos y ser activos en la comunión.

No puedo decir que sigo a Cristo si no tengo ningún compromiso con otro grupo específico de discípulos. Puedes pasarte toda la vida buscando la Iglesia perfecta, pero nunca la encontrarás. Mas bien debes meditar en, ¿qué Dios espera de ti?, como miembros de una Iglesia, el compromiso que tuvieron los cristianos de Hechos.

La vida cristiana es más que un compromiso con Cristo, también implica un compromiso con otros cristianos. Ahora digo yo, cuando te haces miembro de una Iglesia no le haces un favor a nadie, sino a ti mismo, porque ser miembros de una Iglesia es un privilegio del que debes estar agradecido. De manera que cuando entres por las puertas de la Iglesia, no lo hagas exigiendo lo que se supone que la Iglesia haga por ti, exígete a ti mismo lo que se supone que debes estar haciendo por tu Iglesia, y comenzarás a madurar como nunca antes.